miércoles, 7 de noviembre de 2007

El Elogio de la Sombra de Tanizaki

Las sombras, habitualmente son asociadas a lo maligno, cobran otro propósito en el argumento que nos presenta Tanizaki.
Pero antes de hablar al respecto me gustaría hacer una pequeña apreciación de la lectura.

Es evidentemente un punto de vista muy creativo; escrito y argumentado de manera irreprochable, es un ensayo que goza de gran estilo. Ahora, retomando lo del punto de vista, además de creativo me parece un poco arriesgado escribir un ensayo estético cuyo eje de movimiento es la comparación del oriente con el occidente... y dirigirlo al occidente. Es tal vez por esto que, a pesar que logré entender lo que me trataba de decir, no terminé completamente convencida de esto, y no creo que muchos como yo, carentes de un amplio conocimiento del Japón y la cultura oriental, hayamos pasado del comprender lo que nos decía.
Podemos entender que los orientales aprecien mucho más seriamente las sombras porque tienen una filosofía diferente sobre el espacio, mas algunos de sus argumentos no me convencieron en absoluto.
Por ejemplo cuando comienza a decir que gracias al clima de oriente se tuvo que construir de una forma diferente los techos y alerones en las casas orientales. Usa el clima como excusa de las diferencias arquitectónicas (que luego dirá, son la razón por la que los antiguos orientales comenzaron a apreciar la sombra) entre oriente y occidente, cuando el clima en Asia es más que bastante parecido al de Europa. Cosas así me hacen pensar que sus argumentos son un poco estirados.
Además de el hecho que parece un poco renuente a lo nuevo, yo comprendo que escribe el ensayo al ver una tradición tan formidable como la suya en peligro de absorber tantas costumbres occidentales que podría ésta desaparecer... pero no entiendo su oposición a la bombilla eléctrica, detalles como éste lo hacen sonar un poco antipático, ya llevó la preservación de su cultura a un punto casi xenofóbico (*).

Ahora bien, me gusta como presenta la estética japonesa de las penumbras, la sombra como una posibilidad, leí un poco más al respecto y encontré que el filósofo taoísta Lo tse señalaba que “la verdadera belleza de una habitación reside en el espacio vacío delimitado por el techo y las paredes, en lugar de depender del techo y las paredes en sí.” Es una idea que se desligaba de otra, una estética que aspira al vacío. Una belleza que no se aferra a lo visible sino que reside en la mente y es trabajo de la mente completar el espacio y crear la belleza inmaterial. Y lo que más me gusta es como ésta filosofía ha sido puesta en práctica de forma tal que ya no es solamente un concepto teórico, sino una forma de vivir y ver el mundo. De ésta forma me agradan mucho más las sombras... la sombra como la que lleva la belleza inmaterial del espacio... la sombra como una posibilidad de más. Lo desconocido pero de una forma diferente, ya sin la perspectiva fatalista que nos inculcan, sino como la posibilidad de aún más belleza de la que los ojos jamás podrían percibir, la posibilidad de estar frente a lo inefable. Las sombras serían así un espacio borroso y oscuro, pero poblado de presencias. El habitad de lo inmaterial.

La sombra crea un ambiente de ensoñación y misterio en el que el ser humano es libre de imaginar, de filosofar y de convivir con su imaginación. La sombra adquiere características místicas que sobrepasan la simple ausencia de luz.

Una parte que me gustó es aquella en la que dice que los occidentales aprecian mucho más los objetos brillosos y metálicos mientras que los orientales se sienten incómodos al ver los mismos. Luego de que discurriera al respecto de cómo los orientales prefieren los objetos opacos como el jade, que proyectan un sentimiento terroso y natural me di la libertad de hacer una asociación. Tal vez es por el hecho que la cultura y vida orientales se daba en un ambiente mucho más conectado con su contexto natural y ésos han desarrollado un filosofía mucho más naturalista que los occidentales, que somos bastante antropocéntricos. Los orientales de contentan al ver una laca de tono terroso y sienten un contacto especial con la naturaleza en éstos colores opacos, mientras que nosotros nos congraciamos al ver como la mano del hombre está en todo lo que nos rodea, al ver nuestra “victoria” sobre las fuerzas naturales y al ver a los animales, vegetales y minerales domados por nuestra mano y a nuestro servicio.

El resplandor también se asocia al paso del tiempo.
“No es que tengamos ninguna prevención a priori contra todo lo que reluce, pero siempre hemos preferido los reflejos profundos, algo velados, al brillo superficial y gélido; es decir, tanto en las piedras naturales como en las materias artificiales, ese brillo ligeramente alterado que evoca irresistiblemente los efectos del tiempo… No es menos cierto que nos gustan los colores y el lustre de un objeto manchado de grasa, de hollín o por efecto de la intemperie, o que parece estarlo, y que vivir en un edificio o entre utensilios que posean esa cualidad, curiosamente nos apacigua el corazón y nos tranquiliza los nervios”.
Se trata aquí de la memoria impresa en las cosas, del gesto que se repite y que por lo mismo, llena de sentido el presente al volverlo una ceremonia cotidiana. Como dije antes, el convertir una filosofía en una cotidaniedad, el vivir constantemente a lado de la sabiduría y experiencia que viene con el tiempo.
Aparece así el valor de aquello que el uso y el tiempo vuelven imperfecto, marcado. Al admitir la vejez, las manchas, el paso del tiempo en los utensilios nos aproximamos al admitir y admirar las misma cualidades “de imperfección” en el ser humano, el respeto a éstos utensilios viejos es una especie de analogía al respeto que se tiene por los ancianos (mucho más fuerte en el oriente que en el occidente).
Haciendo otra vez una asociación, el occidente se aferra al eterno presente, que nunca se desluce, que si no brilla no sirve... la juventud para la productividad. Mientras que el oriente admira la capacidad de mantenerse y sobreponerse al paso del tiempo con belleza y mayor adecuación a su función cotidiana, lo antiguo es lo sabio. Es el aceptar la propia mortalidad, un objeto que en su opacidad nos grafica el transcurso temporal de nuestras vidas; la aceptación de las condiciones de nuestra existencia. La aceptación de las oscuridad, no la renuencia hacia ella.

Sólo aceptando nuestra mortalidad podremos valorar la vida, el valorar lo incompleto de nuestra existencia... el buscar siempre más, el encontrar la belleza en la sombra, el llenar el vacío y encontrar un cuadro de belleza inefable. La posibilidad de, a lo largo de la vida, encontrar un sentido, un significado... un objeto en las sombras. Darle sentido a nuestro contorno en penumbras, algo que sólo se puede lograr mediante la aceptación de las mismas.
El toko no ma es un tema que me llamó la atención ya que al parecer es el lugar mejor logrado en la estética cotidiana de la cultura oriental. Nos grafica de forma precisa la importancia de la sombra; como el crear sombra le da ese sentimiento de misterio y sacralidad aun espacio bastante trivial, algo que no comprendí muy bien es la comparación de la habitación con un dibujo a tinta china, pero es porque, como dije antes, no estoy muy documentada sobre la cultura oriental.
Un punto que me pareció muy curioso y que no voy a tocar mucho es el del retrete. Y me pareció curioso porque se obtiene el mismo sentimiento de contacto natural en un retrete en la selva –salvando las distancias climáticas-. La liberación de ésta tensión fisiológica es un tema que no muchos autores agradan de tocar pero sí comprendo a qué se refiere, creo que todos podremos relacionarnos con lo que dice en algún punto, es el acto más simple y menos razonado del ser humano, es una respuesta natural a un problema natural, que al contrario de la alimentación o el vestido, no ha variado en absoluto durante toda la historia de la humanidad... lo que le puede dar valor añadido o restarle el mismo es el contexto y la mentalidad con la que uno se libera de ésta tensión. También me agradó mucho la forma tan bien estilizada con la que se explayó al respecto. Una vez más, nos encontramos frente a un ensayo escrito de manera irreprochable y que (aunque fue escrito en 1933) al tratar de un tema tan universal como la penumbra en un cultura inmortal, se mantiene vigente y entretenida aún hoy.

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* Sí se que exagero... pero él también.

1 comentario:

Anónimo dijo...

aaw madre amo al filosofia :)
y mñn m tocan 2 horas *w*
en el cole :D

no he temriando d leerlo xq debo estudiar 8-|
perdon T_T
mñn lo leo cn calma :)

adioos <3
:)